El taller de las maravillas

Un bar de los de toda la vida, de esas tascas madrileñas ajenas a la fiebre franquiciadora y con el suelo lleno de servilletas usadas y mondadientes de madera, hace de infinita madriguera. Infinita porque la espera en esa barra de zinc parece no tener final. Has seguido a un conejo blanco por la calle y te ha traído hasta aquí. Sin saber más, sin más pistas.

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